Por
esta vez no dedicaré mis palabras a alguien en particular sino a todo
el mundo. Quiero llevarlos en un recorrido por la naturaleza a todos
ustedes que hoy me escuchan o leen estas palabras.
Quisiera
comentarles lo que he visto en el transcurso de mi vida, lo que he
percibido por ejemplo en los verdes prados de los campos suizos, en
donde las flores se abren alegremente cada vez que un rayo de sol
acaricia sus botones, mientras el viento las mece suavemente.
He
visto los ojos de una tierna chiquilla arrancar estas flores para
llevarlas a regalar a su maestra, y lejos de allí, he podido también
observar la majestuosa belleza de las altas cumbres nevadas que como
reales coronas engalanan las montañas de la India y del Tíbet,
guardianes del mundo, polos magnéticos en donde son enfocadas las
energías del cosmos para la tierra.
He
visto mirar a esos monjes con rostros inexpresivos hacia el mundo de
hoy, y he sentido su profundo amor a la naturaleza de Dios que trabaja a
través de los hombres. He captado detrás de esos pequeños ojillos que
difícilmente dicen algo cuando son vistos por los ojos físicos, pero que
son todo un poema de belleza y sabiduría cuando son captados a la luz
de la intuición.
He
visto el andar cansado de los viajeros del desierto, he visto las
huellas que dejan a su paso en sus acostumbrados recorridos de oasis en
oasis, he visto cómo ignoran a los espejismos y cómo saben identificar
las rutas perdidas en medio de océanos de arena. Los he visto guiarse de
una manera misteriosa hasta llegar a donde la vida florece en medio de
la arena, y cuando sus manos son sumergidas en el precioso líquido, he
captado también el agradecimiento que elevan a Dios, por mantener esas
perlas escondidas en medio de tanta desolación.
He
visto como un niño se levantó temprano, salió al jardín, recogió las
flores más hermosas que encontró en él y, después, rápidamente cruzó la
distancia que lo separaba del cementerio, se acercó a la tumba de su
madre muerta, las depositó en ella con un inmenso amor, escuché sus
palabras decir al Padre: “Cuídala Padre porque ella ha sido muy buena
conmigo”. Lo he visto levantarse y alegremente con la conciencia limpia
de haber cumplido con una diaria misión en sus cortos años de vida,
alejarse corriendo a la escuela.
En
medio de los campos he visto multiplicarse estos milagros de amor: en
los venaditos que nacen sin que nadie los atienda, en las flores que
florecen en medio de zarzales, en las alegres cascadas que son refugio y
alimento de miles de especies, y aún en medio de las ciudades en casas
semiderrumbadas, en donde una pandilla de niños de poco menos de doce
años, se dan la mano unos a otros y prometen ayudarse en sus mutuos
problemas.
He
visto todo esto y comprendido que en el mundo el amor canta a cada
momento, que no importa a donde vayamos, podemos ver siempre reflejada
en la naturaleza o en los seres humanos, esas notas de armonía que Dios
ha puesto como su sello personal en toda la creación, y cuando miro a
esos corazones secos, encerrados en cárceles de odios y resentimientos,
mi amor se multiplica para hacerles llegar de todo aquello que yo
percibo en mis recorridos por el mundo, los miro directamente a los ojos
buscando que mi amor penetre hasta lo más interno de su ser y paréceme
ver que en sus corazones existen cadenas amarradas a un pasado, paréceme
sentir un inmenso temor de ser nuevamente lastimados cuando buscan dar
su propio amor.
A
todos ustedes que leen estas líneas les recuerdo: Tienen dos manos y
una boca a través de la cual pueden manifestar su amor, salgan a la
calle, a la caza de esos corazones maniatados por el temor y los
resentimientos, extiendan su mano franca mientas su voz predica estas
palabras, repitan lo que hoy han escuchado, y que sus ojos puedan
visualizar cómo las cadenas caen rotas dejando libre un corazón para
amar nuevamente.
Hoy
el mundo se abre como una flor en primavera y eleva sus notas de amor
perfumando a este sistema solar, como nunca antes había sido hecho. No
permitan que las ideas inquietantes de futuros tenebrosos o inciertos,
interrumpan esta sinfonía de amor y hermandad que empieza a oírse y a
extenderse por los cuatro rincones del planeta.
Que
aquellos que se sienten bien anunciando futuras catástrofes permanezcan
silenciosos ante ustedes, porque hoy es el amor el que canta y mañana
será la libertad la que llegue.
No olviden estas palabras y háganlas suyas por siempre.
EXTRACTO DEL lIBRO LLAMAS DE AMOR
MENSAJES DE LA MAESTRA KWAN YIN
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GRACIAS.
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